Bienvenido a Sector Ejecutivo, revista de Economía y Empresas / España, Nº 297 Abril de 2024

TRIBUNA DE OPINIÓN - Cuando utilizas el lenguaje víctima dejas de liderarte y de liderar a otros

José Miguel Sánchez

Psicólogo motivacional, experto en empresa y deporte. Profesor IE Business. Coach ejecutivo y autor de los libros “El viaje del líder”, “La experiencia de resetearse” y “Poderoso como un niño”.

www.jmiguelsanchez.com

El lenguaje víctima es un tipo de comunicación que nos hace pequeños, que no nos ayuda a creer en nosotros mismos y, por tanto, no nos permite vernos fuertes y con capacidad para conseguir grandes logros.
Normalmente se caracteriza por una queja continua, donde todo lo que nos pasa es porque casi siempre hay un culpable que no somos nosotros o porque la mala suerte no nos deja seguir creciendo.
Cada vez que una frase comienza con “es que” lo que sigue es lenguaje víctima. Los “no puedo”, los "no es para mí”, los “no lo merezco” o los “no soy suficiente”, son ejemplos claros de este tipo de lenguaje.
Es interesante saber de dónde nos viene ese lenguaje víctima. Los niños no desarrollan su parte racional situada en el lóbulo frontal hasta los 7-9 años. Esta parte del cerebro realmente sigue desarrollándose hasta los 21 años. Por este motivo, antes de los 7 años somos principalmente seres emocionales que imitan y copian aquello que ven en los demás. Por eso, a través de la repetición y de la asunción como propia de frases que escuchan en los adultos que les rodean, acaban haciendo suyas algunas de estas frases. Por ejemplo, si le dices a tu hija que es torpe, ella a través de la repetición es probable que acabe diciéndoselo durante una parte importante de su vida. Lo mismo cuando le dices a un niño que no es suficiente y que tiene que demostrar más, en el colegio, los deportes, la música, etc. Ese niño tratará de conseguir demostrar siempre el máximo, porque su diálogo interno será el de “no soy suficiente”. Puedes ver más ejemplos de esto en mi libro “Poderoso como un niño”.
Las personas que utilizan esta forma de comunicación consigo mismas y con los demás, trabajan desde lo que los psicólogos llamamos el “locus de control externo”, es decir, piensan que no tienen control sobre la mayoría de las cosas que les ocurren. Su influencia es mínima en las situaciones y con las personas, por ello se sienten víctimas.
En el entorno laboral, si no consiguen lo que se proponen pueden llegar a convertirse en tóxicas para otros, por lo que no generan las mejores relaciones con los compañeros.
También acaban siendo tóxicos para ellos, puesto que pasan por un enorme sufrimiento personal.
En el entorno familiar, tratan de utilizar a los demás para tenerlos cerca y para hacerles sentir culpables cuando no les dan lo que ellos quieren. Frases del tipo “ya no vienes tanto como antes” o “ya no me traes a los nietos”, nos las podemos encontrar en este entorno.
El lenguaje víctima puede ser una característica habitual de ciertas personas, casi siempre con un objetivo relacionado con captar la atención de otros. Si me pasan cosas o las situaciones juegan en mi contra, el otro sentirá que necesito ayuda y estará ahí para ofrecérmela.
Aunque depende de las relaciones y situaciones en las que nos encontremos, es habitual ver que el lenguaje víctima se dirige sobre todo hacia personas o hacia entornos donde la otra persona va a hacer algo por ayudarnos. Estos sujetos no buscarán soluciones, sino tan solo esa atención que retroalimenta este lenguaje víctima y que les hará seguir utilizándolo mientras consigan su propósito en esos ámbitos.
En definitiva, el lenguaje víctima cuando se utiliza se suele hacer con personas o situaciones donde sabemos que este tipo de lenguaje será escuchado y tomado en cuenta.
La consecuencia principal de este lenguaje es que las personas que lo utilizan sufren. Creen que no tienen más recursos y que este lenguaje les genera lo que necesitan de la otra persona. Aunque el sufrimiento personal es mayor, se mantienen con este discurso porque entran en esa llamada zona de confort donde hay sufrimiento, pero creen que no pueden salir de ella porque no tienen las habilidades necesarias para hacerlo. Por ello, desde hace años llamo a esta zona, la zona de dolor, por el sufrimiento personal que acarrea. Puedes leer más sobre ella en mi libro “La experiencia de resetearse”.
Los cambios que se pueden hacer para no caer en este tipo de conversación no tienen tanto que ver con el lenguaje como con los pensamientos que los provocan. Por ello estas personas tienen que aprender a utilizar herramientas que las lleven a la reflexión al cambio de pensamientos y a la eliminación de aquellos que les mantienen sin confianza en sí mismos. La ayuda de un profesional para darles técnicas y herramientas es clave.
La confianza en ti mismo, saber que puedes conseguir objetivos retadores y tener claro que tienes influencia en muchas de las cosas que te ocurren, hace que eliminar el lenguaje víctima y cambiarlo por otro con más poder sólo tenga beneficios para tu vida.
Hablarte con cariño, con respeto, sabiendo que te lo mereces genera emociones positivas que te llevan a liberar hormonas que te dan equilibrio y que te alejan del estrés y la ansiedad asociadas a este tipo de sufrimiento.
Además, también aprendes a aceptar aquellas cosas que de verdad están fuera de nuestro control como algunas adversidades extremas, lo que te da tranquilidad, capacidad de reflexión y de relativizar para analizar las situaciones en su justa medida y tomar decisiones desde el liderazgo y no desde el miedo. Si tienes un interés alto por este tema, en el libro “El viaje del líder” lo trato con profundidad.